Antes éramos carbón.
Negro y caliente,
difebrente al rojo que calentaba
la sala donde mirábamos
tirados en un colchón la chimenea.
Antes éramos carbón,
y ahora somos la brasa tibia
que se enfría sin oxigeno.
Ceniza y polvo gris como
polvo de estrella al que nos fundiremos
irremediablemente
bailando en una espiral
hacia el centro del Big Bang.
Antes éramos carbón.
Pedruscos de fuego
manchados de oscuro
vestidos de hollín y bufanda en llamas.
Antes dejábamos nuestra huella,
cayendo hacíamos testigo al suelo
del paso del tiempo en nuestra hoja caduca.
Antes éramos carbón.
Antes fuimos la rama.
Ahora somos el fuego.
Mañana no será nada.