El Señor, nos une en el amor. Escuchemos su corazón en nuestro corazón.
Se puede hablar de Cristo, y se puede estar con Cristo. Yo prefiero lo segundo; aunque ambas son compatibles y se perfeccionan.
En un primer dolor, nos abrazemos al Señor... y subamos con Él.
En Cristo nuestra mirada que nos enternece. Su sangre en el costado, nos atraviesa el corazón, le contemplamos,y finalmente nos hace suyos en un amor infinito.