Vivir es una aventura, escuché en una ocasión hace ya un tiempo atrás. Hoy vivir hoy es superar todas las exigencias impuestas que convierte este hecho en una pura y dura prueba de existencia que ha hecho que lo normal, lo característico, de estos tiempos sea que el hombre vulgar, ese hombre quieto todo el día y arrimado a la barra de un bar a la espera de que alguien le pague un simple vaso de vino, sabiéndose vulgar tiene la voluntad de afirmar, porque así lo siente, el derecho, suyo, de la vulgaridad y además lo impone allí donde quiera. Y este – y no otro -, es el gran problema.
Y es así porque ya nuestra convivencia natural y diaria se agita, se mueve y se conmueve llena de cuentos chinos, de verdades increíbles e inapelables que son como paredes falsas que apenas tocándolas un poquito, sólo un poquito, se caen abajo y ya sin casi asombro porque antes de que esto ocurriera ya sabíamos que iba a ocurrir. Todos estamos ya sobre aviso de lo que hay y de lo que habrá, pero aún lo negamos; más o menos como el célebre estado de bienestar – del cual todos supimos que existía pero que nunca lo disfrutamos y cuando creíamos que iba a llegar a España fue esa misma Europa que lo creó fuera de las fronteras naturales la que se ha encargado de que no llegara -. Todos creímos un día que, sin haberlo probado jamás, eso iba a durar para toda la vida.
Así puesto las cosas resulta que uno está harto de oír que la culpa de todo esto la tiene los políticos y aunque uno cree en algo de eso también es verdad que hay una diferencia entre políticos y política. Los políticos son y serán siempre unos mentirosos, un fraude para con la sociedad pero ya deberíamos saber que esto es así desde hace siglos por lo tanto quienes no hemos progresado “políticamente” somos nosotros que aún no nos hemos movido del sitio de la ignorancia y la dejadez. Nada funcionará jamás sin políticos ya sean éstos buenos, malos o menos malos; pero peor aún funcionará si nosotros, la clase de “pueblo” dejamos de ejercer nuestra obligación y que es la de ejercer de Pueblo exigente y responsable.
De todas formas, se mire por donde se mire, la política – la que nos permiten y dejan hacer, la única -, y los políticos no somos sino el reflejo de una sociedad (nosotros) mediocre que empieza por la mala educación de cada uno en nuestra propia casa, es un mal que antes de salir a la calle ya se germinó de casa en casa, de familia en familia y así nos va. En definitiva: estamos anestesiados o quizás debería decir subsidiados por un gobiernos – por muchos gobiernos unos detrás de otros – que nos pagan por no saber o no querer comprender y que al mismo tiempo vigilan y espían a los que se resisten a ello. Que cada cual piense y se ponga en el lugar que quiera estar aunque la cuestión es que éstos son tiempos vulgares.
Manuel, África.